miércoles, 2 de agosto de 2017

FECHO LUEGO EXISTO


FECHO LUEGO EXISTO







Antonio Luis sorbe una sopa entre dos dientes, un colmillo desafilado y dos molares mal puestos.

Hoy opina que está fría. Ayer caliente, pasado tibia.

No tiene mayor preocupación a la hora de la comida.

Previa a su hora de la siesta, anterior a la merienda y preámbulo de la cena.




Dormita rezuma ronronea gruñe lloriquea y se lamenta en un continuum inverso a su infancia temprana.

Retrocede a sabiendas y regañadientes por la curva abisal de la vida:

nada le gusta lo que queda.

Pero menos lo que por aburrido y temeroso negó.




En el historial de las pérdidas no añora sus difuntos,

cadáveres inconclusos que ya nada aportan a su existencia de autómata,

sino cada uno de los buenos momentos que descartó por ser parte del riesgo.




Fechorías de elevado voltaje amenazando su engranaje perfecto

que un día tras otro dijo no por miedo a perder lo que en realidad no tenía:

una biografía digna de ser llamada tal cosa.




Era, pensaba, su zona de confort y seguro de vida.

Hoy, lo sabe, su hiératico espacio de calma, aburrimiento y quietud.

De muerte perpetua en una mera supervivencia de grises y sombras.

De colección de claroscuros sin claros que echarse al corazón para acelerar sus latidos.




No a saltarse las vallas y normas.

No a beber más de lo que podía contar.

No a las noches de juerga.

A la velocidad, al riesgo del salto al vacío, a perder la camisa en una apuesta fuera de juego, a bailar más allá de la pista, a explorar otros límites, a salirse del tiesto, a gritar al vecino, a comer con las manos, a fumar en zona prohibida, a robar una fruta y correr, a robar un beso y quedarse, a jugar con amantes.




No a todas las benditas fechorías,

auténticas pruebas de vida,

de que si fecho es porque existo.




Antonio Luis sorbe otra maldita sopa de residencia entre los dientes.

Las terapeutas le limpian las babas.

Las auxiliares el culo.

La dirección la cartera.




No le adoran porque le quieran, sino por ser el que da menos guerra,

de ese grupo de cincuenta viejos verdes canallas.




Aunque algo tarde pero mejor tarde que nunca intentarlo,

está pensando seriamente en fugarse de bando

y dar un corte de mangas a su espíritu santo.




© Christophe Caro Alcalde


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