jueves, 7 de septiembre de 2017

ALGUNOS CAMBIOS NECESARIOS


ALGUNOS CAMBIOS NECESARIOS 





De tanto que revisé los cajones con los buenos propósitos

y rebusqué entre los baúles de los dulces recuerdos,

se han extraviado los más necesarios.

Aquellos que en realidad no eran míos que eran recuerdos robados.



Por ser de otras vidas eran mejor que los propios, límpidos fantásticos de cuanto pesar soportaron;

quedeme con el lado amable de biografías adversas:

no estaba yo para más contratiempos incómodos.



Superado el disgusto de ver que aquellas novelas

no más podían ser leídas como mías auténticas,

he optado por imaginar nuevos capítulos,

a fin de terminar una historia que en los ambientes propicios

pueda narrarse gloriosa, envidiable.

Permítaseme la contradicción: inenarrable.

Quién sabe si épica.



Inventaré si fuera necesario alguna gesta o episodio lejano; conviene marcar distancia para que no pueda ser comprobado.



Diré que hice grandes cosas y conocí personas y visité lugares y descubrí naturales tesoros en inexplorados parajes.

Afirmaré que inventé artilugios que diseñé tinglados que postulé hipótesis a su tiempo adelantadas que investigué sobre asuntos poco conocidos y rocé el éxito en la mayoría de ellos.



Que destaqué igual en la cátedra que en el deporte. Que corrí riesgos innecesarios y superé marcas por siglos imbatidas.

Que no hubo sombra que se me acercara ni episodio en el que no destacara.



Que fui un surrealista de las ideas un impresionista de los hechos un cubista de las reformas.

Que el psicoanálisis no hubiera sido posible sin mi ensayo sobre la sinrazón. Que hice el primer autotransplante de corazón partío.

La única ligadura de trompas de Eustaquio hasta la fecha y el mejor descalcificador de huesos para adolescentes tardías.



Afirmaré y nadie lo podrá negar que viajé en una sola noche de Venus a Plutón impulsado con las alas extraviadas de Ícaro.

Que en la fosa de Las Marianas abrí una escuela para peces fantasma y se me llenó de medusas autista. Que rescaté a un lobo marino poco antes de meterse en el cuento del lobo feroz. Y no hubo un solo niño que no me lo agradeció.



Que sané con psicotrópicos made in home dolencias de amor en gueisas y meretrices. Que rehíce vidas desdichadas con mi especial licor de azúcar maternal. Que dibujé rostros felices en espejos para aquejados de depresión permanente y los vendí por millones.



Que calculé con la simple ayuda de un lápiz de carpintero la fórmula magistral para remediar la falta generalizada de autoestima en pintores y poetas. Que con las cuerdas rotas de una guitarra vieja compuse la mejor canción que sobre los miserables se haya escrito. Que los artistas dejaron de ser perseguidos por originales y fueron escuchados desde iglesias hasta universidades.



Que los sintecho del mundo los sinagua de la tierra y los sindinero de las calles pactaron gracias a mí una nueva declaración de los Pobres Unidos por la que eran condenados al olvido millonarios y defensores de bolsa y mercados.

Que pusieron a gobernar a los siete enanitos y desapareció la miseria.



Que ayudar a los demás nunca más fue una limosna y se convirtió en un derecho que todos quisieron detentar y practicar. Que el amor dejó de ser algo extraordinario y se hizo moneda corriente con curso legal y libre estampación. Que la paz perdió su sentido en el diccionario por carecer de su antagonista la guerra.

Todo gracias a mi inspiración y en esto ya no existe más discusión.





Diré diré diré y cuanto sea necesario mentiré.

Todo sea y será por un presente honroso como pocos y un futuro esperanzador como ninguno.



Diré lo que quiera y tú me creerás porque,

sí lo sabes ya lo creo que lo sabes,

también necesitas que lo anterior sea cierto.







© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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